La mayor parte de las personas sabe, por lo menos de forma superficial, lo que son la traducción y la programación, pero aun las personas más habituadas a una y otra pueden no darse cuenta de lo que ambas actividades tienen en común. De hecho, tras una mirada ligera pueden parecer dos actividades completamente ajenas una a la otra. En este texto, las definiré someramente y, asimismo comentaré aspectos en que se parecen y difieren, y cómo se relacionan.
La traducción en la lengua
La traducción es un proceso de lenguaje. De la representación mental o imaginaria a la expresión lingüística hay un paso importante que Paulo Rónai, entre otros, también llama “traducción”: la transformación de un pensamiento, sensación o vivencia en un enunciado o texto. El camino inverso también forma parte de ese proceso: una vez que alguien resulta expuesto a una lengua expresada en una cadena sonora u otra modalidad, la procesa para transformarla en representación mental, psíquica y emocional. Ese proceso sucede todo el tiempo en el uso de la lengua. Sin embargo, a veces el proceso se duplica: el hablante A produce una muestra de lengua a partir de sus representaciones internas, un hablante B recibe esa muestra de lengua, la convierte en representación interna y la convierte nuevamente en lengua, pero utilizando un código distinto, y el hablante C recibe la muestra de lengua producida por B y la convierte a su vez en representación interna. Se llama traducción, generalmente, lo que hace el hablante B. Hay innúmeras formas de analizar, explicar y describir la traducción. Esa es una, enunciada en términos parecidos por Eugene Nida, útil para visualizar por qué la traducción es un proceso de lenguaje, más allá de los cuestionamientos de que fue objeto por el modo de comprender el generativismo, lo que no corresponde analizar aquí. Interesa subrayar que, aunque sea un proceso de lenguaje, la traducción es realmente mucho más: Es un proceso antropológico y social, responsable por la transmisión del conocimiento entre culturas, fundamental para la producción de riqueza y está presente, en definitiva, en todos los procesos de constitución de humanidad desde tiempos inmemoriales, desde tiempos de los que no hay registros.
La programación en la historia
La programación, por otro lado, es un proceso muy reciente en la historia de la humanidad. Es un proceso derivado de las innovaciones tecnológicas que propiciaron la revolución industrial hace poco más de dos siglos y consiste, hoy, en operaciones computacionales hechas por la máquina con ceros y unos, pero que a nivel humano son representadas por un lenguaje artificial compuesto por estructuras de control, funciones, objetos, variables, tipos de datos y otros conceptos tan específicos como incomprensibles para quien no está familiarizado. Lo que interesa poner de relieve, en ese sentido, es que sí se trata de un lenguaje, pero un lenguaje artificial difiere del lenguaje natural en la ausencia de ambigüedades: en la feliz definición de Ortega y Gasset, una terminología difiere de un léxico en que la terminología se define primero y se usa después, mientras el léxico se usa primero y se define después. Pues bien, lo mismo sucede con los lenguajes artificiales de programación y las lenguas naturales: nada en el código fuente de un programa puede ser ambiguo. Un programa consiste básicamente en la producción de algoritmos que van a representar un proceso humano o de la vida, identificado por los seres humanos para automatizar tareas. El proceso puede tener distintos grados de vaguedad que pueden lugar a interpretaciones por parte de las personas, pero el programa que lo reflejará no puede tenerla. En caso de que tenga que lidiar con la vaguedad, lo hará de forma exacta, calculando probabilidades, pero ese cálculo será exacto.
Intersecciones
¿Y en qué se parecen? Además de interesar al lenguaje, en ambas se lidia con una transmutación, un cambio esencial. En el caso de la traducción, un cambio de código. En el de la programación, de naturaleza, de forma en todo análoga al proceso descrito por Rónai: El programador identifica una vivencia o un proceso, sea en la realidad o en la imaginación, y lo transforma en un texto —el código fuente del programa—. Pero más allá de esa particularidad esencial, los dos campos se relacionan de forma muy intensa en la cocina de traducción, son dos dominios que están presentes en el día a día del traductor. En muchos casos, y creo incluso que en su mayor parte, los traductores son solo usuarios de software. El mismo uso de computadoras implica un contacto permanente con software. Pero hasta ese punto, es algo poco significativo, no inherente a la actividad de traducir. En otros, sin embargo, y eso es lo que me pasa a mí, además del uso constante de software de los tipos más diversos, se pasa a producir código para suplir algunas carencias identificadas en esos softwares. Los mismos programas utilizados para traducir, notoriamente las herramientas de traducción asistida por ordenador, ofrecen un ambiente de programación para la implementación de funcionalidades personalizadas. A partir de ahí la programación forma parte del taller de traducción, forma parte del herramental utilizado para traducir.
Así, además del aspecto lingüístico insoslayable de la actividad de traducir, y de los aspectos culturales, de negociación, psicológicos, cognitivos y de otras naturalezas, todas estudiadas ampliamente por los estudiosos de traducción, es preciso identificar y comprender ese componente tecnológico. Corresponde a los estudiosos analizar el impacto que las herramientas utilizadas tienen en la producción textual y en otros aspectos de la traducción.
En esta pequeña nota no pretendo incursionar en ese campo, sino ser un poco más específico y personal: la mayoría de los códigos que fui produciendo a lo largo de la vida (en su mayor parte en VBA, pero también en PHP y JavaScript) son efímeros y los utilizo una sola vez. Ni siquiera me interesa ningún tipo de terminación y optimización: se trata solo de fragmentos de código que me permiten determinada automatización en una situación específica. Sin embargo, en algunos casos los he elaborado un poco más para poder utilizarlos más habitualmente, y entre esos hubo algunos que mejoré en términos de código, pruebas e interfaz para poder compartirlos.
Uno de los objetivos de este blog es seguir ofreciendo ese software de forma gratuita, como ya lo hacía en la versión anterior del sitio, e ir compartiendo otros nuevos qué aún aguardan finalización.
El logotipo
Este blog está dedicado fundamentalmente a ambas actividades, que he ejercido en los últimos 20 años de forma paralela. El nombre del sitio, De Scripta, trata precisamente sobre ambos dominios: la escritura, campo específico de la traducción, y la programación, cuyos códigos fuente se llaman scripts. El logotipo que creé para esta nueva fase del sitio también es una síntesis de ambas actividades: los paréntesis angulares, < y >, son los caracteres que delimitan las etiquetas HTML, que asumo como símbolo de la escritura de códigos fuente, y la S estilizada hace referencia a la barra que se usa en ese tipo de codificación, además de concentrar el concepto de script y escritura. Al mismo tiempo, los paréntesis simbolizan las flechas que apuntan en dos direcciones, indicando la mirada del traductor, en la intersección de dos lenguas, par dialéctico cuya síntesis es la escritura de un nuevo texto, simbolizada por la letra S.